Inculturación

7.3 Santo Domingo (IV Conferencia, 12-X al 28-X-1992).

Capítulo III
LA CULTURA CRISTIANA

Introducción

La venida del Espíritu Santo en Pentecostés (cfr. Hch 2, 1 -11) pone de manifiesto la universalidad del mandato evangelizador: pretende llegar a toda cultura. Manifiesta también la diversidad cultural de los fieles, cuando oían hablar a los apóstoles cada uno en su propia lengua.

Nace la cultura con el mandato inicial de Dios a los seres humanos: crecer y multiplicarse, llenar la tierra y someterla (cfr. Gn 1, 28 -30). En esa forma la cultura es cultivo y expresión de todo lo humano en relación amorosa con la naturaleza y en la dimensión comunitaria de los pueblos.

Cuando Jesucristo, en la encarnación, asume y expresa todo lo humano, excepto el pecado, entonces el Verbo de Dios entra en la cultura. Así, Jesucristo es la medida de todo lo humano y por tanto también de la cultura. Él, que se encarnó en la cultura de su pueblo, trae para cada cultura histórica el don de la purificación y de la plenitud. Todos los valores y expresiones culturales que puedan dirigirse a Cristo promueven lo auténtico humano. Lo que no pasa por Cristo no podrá quedar redimido. (SD 228)

Por nuestra adhesión radical a Cristo en el bautismo nos hemos comprometido a procurar que la fe, plenamente anunciada, pensada y vivida, llegue a hacerse cultura. Así, podemos hablar de una cultura cristiana cuando el sentir común de la vida de un pueblo ha sido penetrado interiormente, hasta «situar el mensaje evangélico en la base de su pensar, en sus principios fundamentales de vida, en sus criterios de juicio, en sus normas de acción» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 24) y de allí «se proyecta en el ethos del pueblo... en sus instituciones y en todas sus estructuras» (ibid., 20).

Esta evangelización de la cultura, que la invade hasta su núcleo dinámico, se manifiesta en el proceso de inculturación, al que Juan Pablo II ha llamado «centro, medio y objetivo de la Nueva Evangelización» (Juan Pablo II, Discurso al Consejo Internacional de Catequesis, 26. 9. 92): Los auténticos valores culturales, discernidos y asumidos por la fe, son necesarios para encarnar en esa misma cultura el mensaje evangélico y la reflexión y praxis de la Iglesia.

La Virgen María acompaña a los apóstoles cuando el Espíritu de Jesús resucitado penetra y transforma los pueblos de las diversas culturas. María, que es modelo de la Iglesia, también es modelo de la evangelización de la cultura. Es la mujer judía que representa al pueblo de la Antigua Alianza con toda su realidad cultural. Pero se abre a la novedad del Evangelio y está presente en nuestras tierras como Madre común tanto de los aborígenes como de los que han llegado, propiciando desde el principio la nueva síntesis cultural que es América Latina y el Caribe. (SD 229)

Inculturación del Evangelio

Puesto que estamos ante «una crisis cultural de proporciones insospechadas» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 21) en la cual van desapareciendo valores evangélicos y aun humanos fundamentales, se presenta a la Iglesia un desafío gigantesco para una nueva Evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo de la inculturación del Evangelio. Es necesario inculturar el Evangelio a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: la Navidad, que muestra el camino de la Encarnación y mueve al evangelizador a compartir su vida con el evangelizado; la Pascua, que conduce a través del sufrimiento a la purificación de los pecados, para que sean redimidos; y Pentecostés, que por la fuerza del Espíritu posibilita a todos entender en su propia lengua las maravillas de Dios.

La inculturación del Evangelio es un proceso que supone reconocimiento de los valores evangélicos que se han mantenido más o menos puros en la actual cultura; y el reconocimiento de nuevos valores que coinciden con el mensaje de Cristo. Mediante la inculturación se busca que la sociedad descubra el carácter cristiano de estos valores, los aprecie y los mantenga como tales. Además, intenta la incorporación de valores evangélicos que están ausentes de la cultura, o porque se han oscurecido o porque han llegado a desaparecer. «Por medio de la inculturación, la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad; transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro» (RM 52). La fe, al encarnarse en esas culturas, debe corregir sus errores y evitar sincretismos. La tarea de inculturación de la fe es propia de las Iglesias particulares bajo la dirección de sus pastores, con la participación de todo el Pueblo de Dios. «Los criterios fundamentales en este proceso son la sintonía con las exigencias objetivas de la fe y la apertura a la comunión con la Iglesia universal» (RM 54). (SD 230)

 

3.1. Valores culturales: Cristo, medida de nuestra conducta moral

- Creados a imagen de Dios, tenemos la medida de nuestra conducta moral en Cristo, Verbo encarnado, plenitud del hombre. Ya el quehacer ético natural, esencialmente ligado a la dignidad humana y sus derechos, constituye la base para un diálogo con los no creyentes.

Por el bautismo nacemos a una nueva vida y recibimos la capacidad de acercarnos al modelo que es Cristo. Caminar hacia él es la moral cristiana; es la forma de vida propia del creyente, que con la ayuda de la gracia sacramental sigue a Jesucristo, vive la alegría de la salvación y abunda en frutos de caridad para la vida del mundo (cfr. Jn 15; OT 16).

- Consciente de la necesidad de seguir este camino, el cristiano se empeña en la formación de la propia conciencia. De esta formación, tanto individual como colectiva, de la madurez de mentalidad, de su sentido de responsabilidad y de la pureza de las costumbres depende el desarrollo y la riqueza de los pueblos (cfr. Juan Pablo II, Discurso inaugural, 19). La moral cristiana sólo se entiende dentro de la Iglesia y se plenifica en la Eucaristía. Todo lo que en ella podemos ofrecer es vida; lo que no puede ofrecerse es el pecado. (SD 231)

Desafíos pastorales

- Gracias a Dios, en América Latina y el Caribe hay mucha gente que sigue con fidelidad a Jesucristo, aun en circunstancias adversas. Sin embargo, se observa en nuestra realidad social el creciente desajuste ético -moral, en especial la deformación de la conciencia, la ética permisiva y una sensible baja del sentido de pecado. Decrece el influjo de la fe, se pierde el valor religioso, se desconoce a Dios como sumo bien y último juez. Disminuye la práctica del sacramento de la reconciliación. Es deficiente la presentación del magisterio moral de la Iglesia. (SD 232)

- La corrupción se ha generalizado. Hay un mal manejo de los recursos económicos públicos; progresan la demagogia, el populismo, la «mentira política» en las promesas electorales; se burla la justicia, se generaliza la impunidad y la comunidad se siente impotente e indefensa frente al delito. Con ello se fomenta la insensibilidad social y el escepticismo ante la falta de aplicación de la justicia, se emiten leyes contrarias a los valores humanos y cristianos fundamentales. No hay una equitativa distribución de los bienes de la tierra, se abusa de la naturaleza y se daña el ecosistema. (SD 233)

- Se fomentan la mentalidad y las acciones contra la vida mediante campañas antinatalistas, de manipulación genética, del abominable crimen del aborto y de la eutanasia. Se cambia el sentido de la vida como conquista del fuerte sobre el débil, que propicia acciones de odio y destrucción, e impide la realización y crecimiento del hombre. (SD 234)

- Se asiste así a un deterioro creciente de la dignidad de la persona humana. Crecen la cultura de la muerte, la violencia y el terrorismo, la drogadicción y el narcotráfico. Se desnaturaliza la dimensión integral de la sexualidad humana, se hace de hombres y mujeres, aun de niños, una industria de pornografía y prostitución; en el ámbito de la permisividad y promiscuidad sexual crece el terrible mal del sida y aumentan las enfermedades venéreas. (SD 235)

- Se introduce como norma de moralidad la llamada «ética civil o ciudadana», sobre la base de un consenso mínimo de todos con la cultura reinante, sin necesidad de respetar la moral natural y las normas cristianas. Se observa una «moral de situación» según la cual algo de por sí malo dejaría de serlo de acuerdo a las personas, circunstancias e intereses que estén en juego. Frecuentemente los medios de comunicación social se hacen eco de todos estos criterios y los difunden. (SD 236)

Líneas pastorales

- Trabajar en la formación cristiana de las conciencias y rescatar los valores perdidos de la moral cristiana. Volver a tomar conciencia del pecado (del pecado original y de los pecados personales) y de la gracia de Dios como fuerza para poder seguir nuestra conciencia cristiana. Despertar en todos la experiencia del amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones, como fuerza de toda Moral cristiana. (SD 237)

- Vigilar para que los medios de comunicación social ni manipulen ni sean manipulados al transmitir, bajo pretexto de pluralismo, lo que destruye al pueblo latinoamericano. Fortalecer la unidad de la familia y su influjo en la formación de la conciencia moral. (SD 238)

- Presentar la vida moral como un seguimiento de Cristo, acentuando la vivencia de las Bienaventuranzas y la frecuente práctica de los Sacramentos. Difundir las virtudes morales y sociales, que nos conviertan en hombres nuevos, creadores de una nueva humanidad. Este anuncio tiene que ser vital y kerigmático, especialmente donde más se ha introducido el secularismo, presentando en la catequesis la conducta cristiana como el auténtico seguimiento de Cristo. Cuidar que, en el campo moral, la justa aplicación de criterios de gradualidad no mengüe las exigencias perentorias de la conversión. (SD 239)

- Favorecer la formación permanente de los Obispos y presbíteros, de los diáconos, de los religiosos, religiosas y laicos, especialmente de los agentes de pastoral, conforme a la enseñanza del Magisterio. La liturgia debe expresar más claramente los compromisos morales que conlleva. La Religiosidad popular, especialmente en los Santuarios, debe dirigirse a la conversión. Hay que fomentar y facilitar el acceso al sacramento de la reconciliación. (SD 240)

- En cuanto al problema de la droga, impulsar acciones de prevención en la sociedad y de atención y curación a los drogadictos; denunciar con valentía los daños que producen en nuestros pueblos la adicción y el tráfico de la droga, y el gravísimo pecado que significa su producción, su comercialización y su consumo. Hacer notar, en especial, la responsabilidad de los poderosos mercados consumidores. Promover la solidaridad y la cooperación nacional e internacional en el combate a este flagelo. (SD 241)

- Orientar y acompañar pastoralmente a los constructores de la sociedad en la formación de una conciencia moral en sus tareas y en la actuación política.

- Estar siempre abiertos al diálogo con quienes guían sus vidas por caminos diferentes de la ética cristiana. Comprometernos efectivamente en la consecución de la justicia y la paz de nuestros pueblos. (SD 242)

 

3.2. Unidad y pluralidad de las culturas indígenas, afroamericanas y mestizas

Iluminación teológica

- La acción de Dios, a través de su Espíritu, se da permanentemente en el interior de todas las culturas. En la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo Jesucristo, que asumió las condiciones sociales y culturales de los pueblos y se hizo «verdaderamente uno de nosotros, semejante en todo, menos en el pecado» (Hb 4, 15; cfr. GS 22).

- La analogía entre la encarnación y la presencia cristiana en el contexto socio -cultural e histórico de los pueblos nos lleva al planteamiento teológico de la inculturación. Esta inculturación es un proceso conducido desde el Evangelio hasta el interior de cada pueblo y comunidad con la mediación del lenguaje y de los símbolos comprensibles y apropiados a juicio de la Iglesia.

- Una meta de la Evangelización inculturada será siempre la salvación y liberación integral de un determinado pueblo o grupo humano, que fortalezca su identidad y confíe en su futuro específico, contraponiéndose a los poderes de la muerte, adoptando la perspectiva de Jesucristo encarnado, que salvó al hombre desde la debilidad, la pobreza y la cruz redentora. La Iglesia defiende los auténticos valores culturales de todos los pueblos, especialmente de los oprimidos, indefensos y marginados, ante la fuerza arrolladora de las estructuras de pecado manifiestas en la sociedad moderna. (SD 243)

Desafíos pastorales

- América Latina y el Caribe configuran un continente multiétnico y pluricultural. En él conviven en general pueblos aborígenes, afroamericanos, mestizos y descendientes de europeos y asiáticos, cada cual con su propia cultura que los sitúa en su respectiva identidad social, de acuerdo con la cosmovisión de cada pueblo, pero buscan su unidad desde la identidad católica. (SD 244)

- Los pueblos indígenas de hoy cultivan valores humanos de gran significación y en palabras de Juan Pablo II tienen la «persuasión de que el mal se identifica con la muerte y el bien con la vida» (Juan Pablo II, Mensaje a los indígenas, 12. 10. 92, 2). Estos valores y convicciones son fruto de «las semillas del Verbo» que estaban ya presentes y obraban en sus antepasados para que fueran descubriendo la presencia del Creador en todas sus criaturas: el sol, la luna, la madre tierra, etc. (cfr. ib.).

La Iglesia, al encontrarse con estos pueblos nativos, trató desde el principio de acompañarlos en la lucha por su propia sobrevivencia, enseñándoles el camino de Cristo Salvador, desde la injusta situación de pueblos vencidos, invadidos y tratados como esclavos. En la primera evangelización, junto a enormes sufrimientos, hubo grandes aciertos e intuiciones pastorales valiosas, cuyos frutos perduran hasta nuestros días. (SD 245)

- Las culturas afroamericanas, presentes en América Latina y el Caribe, están marcadas por una constante resistencia a la esclavitud. Estos pueblos, que suman millones de personas, tienen también en sus culturas valores humanos que expresan la presencia del Dios creador.

- Durante los cuatro siglos, es cierto que varios millones de africanos negros fueron transportados como esclavos, violentamente arrancados de sus tierras, separados de sus familias y vendidos como mercancías. La esclavitud de los negros y las matanzas de los indios fueron el mayor pecado de la expansión colonial de occidente. Por desgracia, en lo que se refiere a la esclavitud, el racismo y la discriminación, hubo bautizados que no fueron ajenos a esta situación. (SD 246)

- Como lo ha señalado vigorosamente el Documento de Puebla, en los pueblos que son fruto del mestizaje racial se ha desarrollado una particular cultura «mestiza», donde está muy vigente la religiosidad popular, como forma inculturada del catolicismo. Coexisten, sin embargo, el incumplimiento de deberes cristianos al lado de admirables ejemplos de vida cristiana y un desconocimiento de la doctrina junto a vivencias católicas enraizadas en los principios del Evangelio.

- En las expresiones culturales y religiosas de campesinos y suburbanos se reconoce gran parte del patrimonio cristiano del continente y una fe arraigada de los valores del Reino de Dios. (SD 247)

Líneas pastorales: Evangelización inculturada

Después de haber pedido perdón con el Papa a nuestros hermanos indígenas y afroamericanos «ante la infinita santidad de Dios por todo lo que... ha estado marcado por el pecado, la injusticia y la violencia» (Juan Pablo II, Audiencia general, 21. 10. 92, 3), queremos desarrollar una evangelización inculturada:

1. Para con nuestros hermanos indígenas:

- Ofrecer el evangelio de Jesús con el testimonio de una actitud humilde, comprensiva y profética, valorando su palabra a través de un diálogo respetuoso, franco y fraterno y esforzarnos por conocer sus propias lenguas.

- Crecer en el conocimiento crítico de sus culturas para apreciarlas a la luz del Evangelio.

- Promover una inculturación de la liturgia, acogiendo con aprecio sus símbolos, ritos y expresiones religiosas compatibles con el claro sentido de la fe, manteniendo el valor de los símbolos universales y en armonía con la disciplina general de la Iglesia.

- Acompañar su reflexión teológica, respetando sus formulaciones culturales que les ayudan a dar razón de su fe y esperanza.

- Crecer en el conocimiento de su cosmovisión, que hace de la globalidad Dios, hombre y mundo, una unidad que impregna todas las relaciones humanas, espirituales y trascendentes.

- Promover en los pueblos indígenas sus valores culturales autóctonos mediante una inculturación de la Iglesia para lograr una mayor realización del Reino. (SD 248)

2. Para con nuestros hermanos afroamericanos:

Conscientes del problema de marginación y racismo que pesa sobre la población negra, la Iglesia, en su misión evangelizadora, quiere participar de sus sufrimientos y acompañarlos en sus legítimas aspiraciones en busca de una vida más justa y digna para todos (cfr. ib.).

- Por lo mismo, la Iglesia en América Latina y el Caribe quiere apoyar a los pueblos afroamericanos en la defensa de su identidad y en el reconocimiento de sus propios valores; como también ayudarlos a mantener vivos sus usos y costumbres compatibles con la doctrina cristiana (cfr. Juan Pablo II, Mensaje a los afroamericanos, 12. 10. 92, 3).

- Del mismo modo nos comprometemos a dedicar especial atención a la causa de las comunidades afroamericanas en el campo pastoral, favoreciendo la manifestación de las expresiones religiosas propias de sus culturas (cfr. ib.). (SD 249)

3. Para con nuestros hermanos mestizos:

Desarrollar la conciencia del mestizaje, no sólo racial sino cultural, que caracteriza a grandes mayorías en muchos de nuestros pueblos, pues está vinculado con la inculturación del Evangelio. (SD 250)

Promoción humana de las Etnias

Para una auténtica promoción humana, la Iglesia quiere apoyar los esfuerzos que hacen estos pueblos para ser reconocidos como tales por las leyes nacionales e internacionales, con pleno derecho a la tierra, a sus propias organizaciones y vivencias culturales, a fin de garantizar el derecho que tienen de vivir de acuerdo con su identidad, con su propia lengua y sus costumbres ancestrales, y de relacionarse con plena igualdad con todos los pueblos de la tierra.

Por tanto asumimos los siguientes compromisos:

- Superar la mentalidad y la praxis del desarrollo inducido desde fuera, en favor del auto desarrollo a fin de que estos pueblos sean artífices de su propio destino.

- Contribuir eficazmente a frenar y erradicar las políticas tendientes a hacer desaparecer las culturas autóctonas como medios de forzada integración; o por el contrario, políticas que quieran mantener a los indígenas aislados y marginados de la realidad nacional.

- Impulsar la plena vigencia de los derechos humanos de los indígenas y afroamericanos, incluyendo la legítima defensa de sus tierras.

- Como gesto concreto de solidaridad en favor de los campesinos, indígenas y afroamericanos, apoyar la Fundación «Populorum Progressio» instituida por el Santo Padre.

- Revisar a fondo nuestros sistemas educacionales para eliminar definitivamente todo aspecto discriminatorio en cuanto a métodos educativos, volumen e inversión de recursos.

- Hacer lo posible para que se garantice a los indígenas y afroamericanos una educación adecuada a sus respectivas culturas, comenzando incluso con la alfabetización bilingüe. (SD 251)

 

3.3. Nueva cultura

3.3.1. Cultura moderna

Situación

- Aunque realidad pluricultural, América Latina y el Caribe está profundamente marcada por la cultura occidental, cuya memoria, conciencia y proyecto se presentan siempre en nuestro predominante estilo de vida común. De aquí el impacto que han producido en nuestro modo de ser la cultura moderna y las posibilidades que nos ofrece ahora su período postmoderno.

- La cultura moderna se caracteriza por la centralidad del hombre; los valores de la personalización, de la dimensión social y de la convivencia; la absolutización de la razón, cuyas conquistas científicas y tecnológicas e informáticas han satisfecho muchas de las necesidades del hombre, a la vez que han buscado una autonomía frente a la naturaleza, a la que domina; frente a la historia, cuya construcción él asume; y aun frente a Dios, del cual se desinteresa o relega a la conciencia personal, privilegiando al orden temporal exclusivamente.

- La postmodernidad es el resultado del fracaso de la pretensión reduccionista de la razón moderna, que lleva al hombre a cuestionar tanto algunos logros de la modernidad como la confianza en el progreso indefinido, aunque reconozca, como lo hace también la Iglesia (cfr. GS 57), sus valores.

- Tanto la modernidad, con sus valores y contravalores, como la post -modernidad en tanto que espacio abierto a la trascendencia, presentan serios desafíos a la evangelización de la cultura. (SD 252)

Desafíos pastorales

- Ruptura entre fe y cultura, consecuencia de cerrarse el hombre moderno a la trascendencia, de la excesiva especialización que impide la visión de conjunto.

- Escasa conciencia de la necesidad de una verdadera inculturación como camino hacia la evangelización de la cultura.

- Incoherencia entre los valores del pueblo, inspirados en principios cristianos, y las estructuras sociales generadoras de injusticias, que impiden el ejercicio de los derechos humanos.

- El vacío ético y el individualismo reinante, que reducen la fundamentación de los valores a meros consensos sociales subjetivos.

- El poder masivo de los medios de comunicación, con frecuencia al servicio de contravalores.

- La escasa presencia de la Iglesia en el campo de las expresiones dominantes del arte, del pensamiento filosófico y antropológico -social, con el universo de la educación.

- La Nueva Cultura urbana, con sus valores, expresiones y estructuras características, con su espacio abierto y al mismo tiempo diversificado, con su movilidad, en el que predominan las relaciones funcionales. (SD 253)

Líneas pastorales

- Presentar a Jesucristo como paradigma de toda actitud personal y social, y como respuesta a los problemas que afligen a las culturas modernas: el mal, la muerte, la falta de amor.

- Intensificar el diálogo entre fe y ciencia, fe y expresiones, fe e instituciones, que son grandes ámbitos de la cultura moderna.

- Cuidar los signos y el lenguaje cultural que señala la presencia cristiana y permite introducir la originalidad del mensaje evangélico en el corazón de las culturas, especialmente en el campo de la Liturgia.

- Promover y formar el laicado para ejercer en el mundo su triple función: la profética, en el campo de la palabra, del pensamiento, su expresión y valores; la sacerdotal, en el mundo de la celebración y del sacramento, enriquecida por las expresiones, del arte, y la comunicación; la real, en el universo de las estructuras, sociales, políticas, económicas.

- Promover el conocimiento y discernimiento de la cultura moderna en orden a una adecuada inculturación. (SD 254)

3.3.2. La ciudad

Desafíos pastorales

- América Latina y el Caribe se encuentra hoy en un proceso acelerado de urbanización. La ciudad post -industrial no representa sólo una variante del tradicional hábitat humano, sino que constituye de hecho el paso de la cultura rural a la cultura urbana, sede y motor de la nueva civilización universal (cfr. DP 429). En ella se altera la forma con la cual en un grupo social, en un pueblo, en una nación, los hombres cultivan su relación consigo mismos, con los otros, con la naturaleza y con Dios.

- En la ciudad, las relaciones con la naturaleza se limitan casi siempre, y por el mismo ser de la ciudad, al proceso de producción de bienes de consumo. Las relaciones entre las personas se tornan ampliamente funcionales y las relaciones con Dios pasan por una acentuada crisis, porque falta la mediación de la naturaleza tan importante en la religiosidad rural y porque la misma modernidad tiende a cerrar al hombre dentro de la inmanencia del mundo. Las relaciones del hombre urbano consigo mismo también cambian, porque la cultura moderna hace que principalmente valorice su libertad, su autonomía, la racionalidad científico -tecnológica y, de modo general, su subjetividad, su dignidad humana y sus derechos. Efectivamente, en la ciudad se encuentran los grandes centros generadores de la ciencia y tecnología moderna.

- Sin embargo, nuestras metrópolis latinoamericanas tienen también como característica actual periferias de pobreza y miseria, que casi siempre constituyen la mayoría de la población, fruto de modelos económicos explotadores y excluyentes. El mismo campo se urbaniza por la multiplicación de las comunicaciones y transportes.

- A su vez, el hombre urbano actual presenta un tipo diverso del hombre rural: confía en la ciencia y en la tecnología; está influido por los grandes medios de comunicación social; es dinámico y proyectado hacia lo nuevo; consumista, audiovisual, anónimo en la masa y desarraigado. (SD 255)

Líneas pastorales

- Realizar una pastoral urbanamente inculturada en relación a la catequesis, a la liturgia y a la organización de la Iglesia. La Iglesia deberá inculturar el Evangelio en la ciudad y en el hombre urbano. Discernir sus valores y antivalores; captar su lenguaje y sus símbolos. El proceso de inculturación abarca el anuncio, la asimilación y la re -expresión de la fe. (SD 256)

- Reprogramar la parroquia urbana. La Iglesia en la ciudad debe reorganizar sus estructuras pastorales. La parroquia urbana debe ser más abierta, flexible y misionera, permitiendo una acción pastoral transparroquial y supraparroquial. Además, la estructura de la ciudad exige una pastoral especialmente pensada para esa realidad. Lugares privilegiados de la misión deberían ser las grandes ciudades, donde surgen nuevas formas de cultura y comunicación. (SD 257)

- Promover la formación de laicos para la pastoral urbana, con formación bíblica y espiritual; crear ministerios conferidos a los laicos para la evangelización de las grandes ciudades. (SD 258)

- Multiplicar las pequeñas comunidades, los grupos y movimientos eclesiales, y las comunidades eclesiales de base. Iniciar la llamada «pastoral de los edificios», mediante la acción de laicos comprometidos que vivan en ellos. (SD 259)

- Programar una pastoral ambiental y funcional, diferenciada según los espacios de la ciudad. Una pastoral de acogida, dado el fenómeno de migraciones. Una pastoral para los grupos marginados. Asegurar la asistencia religiosa a los habitantes de las grandes ciudades durante los meses de verano y vacaciones; procurar una atención pastoral para quienes pasan habitualmente los fines de semana fuera de la ciudad, donde no tienen posibilidad de cumplir con el precepto dominical. (SD 260)

- Incentivar la evangelización de los grupos de influencia y de los responsables de la ciudad, en el sentido de hacer de ésta, principalmente en las barriadas, un hábitat digno del hombre. (SD 261)

- Promover en ámbito continental (CELAM), nacional y regional, encuentros y cursos sobre evangelización de las grandes metrópolis. (SD 262)

 

3.4. La acción educativa de la Iglesia

Iluminación teológica

- Reafirmamos lo que hemos dicho en Medellín y Puebla (cfr. DM Educación, Puebla) y a partir de allí señalamos algunos aspectos, que son importantes para la educación católica en nuestros días.

- La Educación es la asimilación de la cultura. La Educación cristiana es la asimilación de la cultura cristiana. Es la inculturación del Evangelio en la propia cultura. Sus niveles son muy diversos: pueden ser escolares o no escolares, elementales o superiores, formales o no formales. En todo caso la educación es un proceso dinámico que dura toda la vida de la persona y de los pueblos. Recoge la memoria del pasado, enseña a vivir hoy y se proyecta hacia el futuro. Por esto, la educación cristiana es indispensable en la Nueva Evangelización. (SD 263)

- La educación cristiana desarrolla y afianza en cada cristiano su vida de fe y hace que verdaderamente en él su vida sea Cristo (cfr. Flp 1, 21). Por ella, se escuchan en el hombre las «palabras de vida eterna» (Jn 6, 68), se realiza en cada quien la «nueva creatura» (2 Cor 5, 17) y se lleva a cabo el proyecto del Padre de recapitular en Cristo todas las cosas (cfr. Ef 1, 10). Así la educación cristiana se funda en una verdadera Antropología cristiana, que significa la apertura del hombre hacia Dios como Creador y Padre, hacia los demás como a sus hermanos, y al mundo como a lo que le ha sido entregado para potenciar sus virtualidades y no para ejercer sobre él un dominio despótico que destruya la naturaleza. (SD 264)

- Ningún maestro educa sin saber para qué educa y hacia dónde educa. Hay un proyecto de hombre encerrado en todo proyecto educativo; y este proyecto vale o no según construya o destruya al educando. Éste es el valor educativo. Cuando hablamos de una educación cristiana, hablamos de que el maestro educa hacia un proyecto de hombre en el que viva Jesucristo. Hay muchos aspectos en los que se educa y de los que consta el proyecto educativo del hombre; hay muchos valores; pero estos valores nunca están solos, siempre forman una constelación ordenada explícita o implícitamente. Si la ordenación tiene como fundamento y término a Cristo, entonces esta educación está recapitulando todo en Cristo y es una verdadera educación cristiana; si no, puede hablar de Cristo, pero no es cristiana.

- El maestro cristiano debe ser considerado como sujeto eclesial que evangeliza, que catequiza y educa cristianamente. Tiene una identidad definida en la comunidad eclesial. Su papel debe ser reconocido en la Iglesia. (SD 265)

- En la situación actual encontramos una pluralidad de valores que nos interpelan y que son ambivalentes. De aquí surge la necesidad de confrontar los nuevos valores educativos con Cristo revelador del misterio del hombre. En la nueva educación se trata de hacer crecer y madurar la persona según las exigencias de los nuevos valores; a esto hay que agregar la armonización con la tipología propia del contexto latinoamericano.

- Generalmente desde los criterios secularistas nos piden que eduquemos al hombre técnico, al hombre apto para dominar su mundo y vivir en un intercambio de bienes producidos bajo ciertas normas políticas; las mínimas. Esta realidad nos interpela fuertemente para poder ser conscientes de todos los valores que están en ella y poderlos recapitular en Cristo; nos interpela para continuar la línea de la Encarnación del Verbo en nuestra educación cristiana, y llegar al proyecto de vida para todo hombre, que es Cristo muerto y resucitado. (SD 266)

Desafíos pastorales

- Desde otros aspectos, la realidad educativa latinoamericana nos interpela por la exclusión de mucha gente de la educación escolar, aun la básica, por el gran analfabetismo que existe en varios de nuestros países; nos interpela por la crisis de la familia, la primera educadora, por el divorcio existente entre el Evangelio y la cultura; por las diferencias sociales y económicas que hacen que para muchos sea onerosa la educación católica, especialmente en niveles superiores. Nos interpela también la educación informal que se recibe a través de tantos comunicadores no propiamente cristianos, vgr. en televisión. (SD 267)

- Un gran reto es la Universidad católica y la Universidad de inspiración cristiana, ya que su papel es especialmente el de realizar un proyecto cristiano de hombre y, por tanto, tiene que estar en diálogo vivo, continuo y progresivo con el Humanismo y con la cultura técnica, de manera que sepa enseñar la auténtica Sabiduría cristiana en la que el modelo del «hombre trabajador», aunado con el del «hombre sabio», culmine en Jesucristo. Sólo así podrá apuntar soluciones para los complejos problemas no resueltos de la cultura emergente y las nuevas estructuraciones sociales, como la dignidad de la persona humana, los derechos inviolables de la vida, la libertad religiosa, la familia como primer espacio para el compromiso social, la solidaridad en sus distintos niveles, el compromiso propio de una sociedad democrática, la compleja problemática económico -social, el fenómeno de las sectas, la velocidad del cambio cultural. (SD 268)

- En el campo escolar otro desafío es el que presenta en varios países el espinoso problema de las relaciones entre la educación estatal y la educación cristiana. Aunque en otras naciones se ha producido una mayor fluidez de éstas, hay países en los que todavía no se comprende que la educación católica es un derecho inalienable de los padres de familia católicos y de sus hijos y no se reciben los recursos necesarios para ella, o simplemente se prohíbe. (SD 269)

- Otros desafíos significativos son la ignorancia religiosa de la juventud, la educación extraescolar y la educación informal. También es un reto la educación adecuada a las diferentes culturas, en especial a las culturas indígenas y afroamericanas; no sólo en el sentido de que no se acomoda a su manera de ser, sino en el de no marginarlas y excluirlas del progreso, de la igualdad de oportunidades y de la capacidad de construir la unidad nacional. (SD 270)

Líneas pastorales

- Nuestros compromisos en el campo educativo se resumen sin lugar a dudas en la línea pastoral de la inculturación: la educación es la mediación metodológica para la evangelización de la cultura. Por tanto, nos pronunciamos por una educación cristiana desde y para la vida en el ámbito individual, familiar y comunitario y en el ámbito del ecosistema; que fomente la dignidad de la persona humana y la verdadera solidaridad; educación a la que se integre un proceso de formación cívico -social inspirado en el Evangelio y en la Doctrina social de la Iglesia. Nos comprometemos con una educación evangelizadora. (SD 271)

- Apoyamos a los padres de familia para que decidan de acuerdo con sus convicciones el tipo de educación para sus hijos y denunciamos todas las intromisiones del poder civil que coarte este derecho natural. Debe garantizarse el derecho de la formación religiosa para cada persona, y por tanto el de la enseñanza religiosa en las escuelas a todos los niveles. (SD 272)

- Alentamos a los educadores cristianos que trabajan en Instituciones de Iglesia, a las Congregaciones que siguen en la labor educativa y a los profesores católicos que laboran en instituciones no católicas. Debemos promover la formación permanente de los educadores católicos en lo concerniente al crecimiento de su fe y a la capacidad de comunicarla como verdadera Sabiduría, especialmente en la educación católica. (SD 273)

- Urge una verdadera formación cristiana sobre la vida, el amor y la sexualidad, que corrija las desviaciones de ciertas informaciones que se reciben en las escuelas. Urge una educación hacia la libertad, pues es uno de los valores fundamentales de la persona. Es también necesario que la educación cristiana se preocupe de educar para el trabajo, especialmente en las circunstancias de la cultura actual. (SD 274)

 

3.5. Comunicación social y cultura

Iluminación teológica

- Los carismas de las órdenes y Congregaciones religiosas, puestos al servicio de la educación católica en las diversas Iglesias particulares de nuestro Continente, nos ayudan muchísimo para cumplir con el mandato recibido del Señor de ir a enseñar a todas las gentes (Mt 28, 18 -20), especialmente en la Evangelización de la cultura. Llamamos a los religiosos y religiosas que han abandonado este campo tan importante de la educación católica para que se reincorporen a su tarea; recordando que la opción preferencial por los pobres incluye opción preferencial por los medios para que la gente salga de su miseria, y uno de los medios privilegiados para ello es la educación católica. La opción preferencial por los pobres se manifiesta también en que los religiosos educadores continúen su labor educativa en tantos lugares rurales tan apartados como necesitados. (SD 275)

- Debemos también esforzarnos para que la educación católica escolar en todos sus niveles esté al alcance de toda la gente y no quede reservada para unos cuantos, aun teniendo en cuenta los problemas económicos que ello comporta. Debe promoverse la responsabilidad de la comunidad parroquial en la escuela y su gestión. Pedimos que se garanticen los recursos públicos destinados a la educación católica.

En particular creemos que la Universidad católica a partir de la Constitución apostólica «Ex corde Ecclesiae» está llamada a una importante misión de diálogo entre el Evangelio y las Culturas y de promoción humana en América Latina y el Caribe. (SD 276)

- Conscientes de la extensión planetaria de la cultura actual formaremos desde la educación católica y a todo nivel una conciencia crítica frente a los medios de comunicación social. Urge dotar de criterios de verdad para capacitar a la familia, para el uso de la TV, la prensa y la radio. (SD 277)

- Transformar la escuela católica en una comunidad centro de irradiación evangelizadora, mediante alumnos, padres y maestros. Nos empeñamos en fortalecer la comunidad educativa y en ella un proceso de formación cívico -social, inspirado en el Evangelio y en el Magisterio social de la Iglesia, que responda a las verdaderas necesidades del pueblo. Se reforzará así la organización de estudiantes, docentes, padres de alumnos y exalumnos, como método de educación cívico -social y política que posibilite la formación democrática de las personas. Solicitamos asimismo a los Gobiernos que sigan encaminando sus esfuerzos para promover cada vez más la democratización de la educación. (SD 278)

- La Evangelización, anuncio del Reino, es comunicación, para que vivamos en comunión (cfr. DP 1063): «Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1, 3). Cada persona y cada grupo humano desarrolla su identidad en el encuentro con otros (alteridad). Esta comunicación es camino necesario para llegar a la comunión (comunidad). La razón es que el hombre ha sido hecho a la imagen de Dios Uno y Trino, y en el corazón de la Revelación encontramos su misterio trinitario como la comunicación eternamente interpersonal, cuya Palabra se hace diálogo, entra en la historia por obra del Espíritu e inaugura así un mundo de nuevos encuentros, intercambios, comunicación y comunión. Esta comunicación es importante no sólo con el mundo sino en el interior de la Iglesia.

- En el gesto de comunicación del Padre, a través del Verbo hecho carne, «la palabra se hace liberadora y redentora para toda la humanidad en la predicación y en la acción de Jesús. Este acto de amor por el que Dios se revela, asociado a la respuesta de fe de la humanidad, engendra un diálogo profundo» (Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Instrucción pastoral «Aetatis novae», 6). Cristo así es el modelo del comunicador, en él, Dios, el totalmente Otro, sale al encuentro nuestro y espera nuestra respuesta libre. Este encuentro de comunión con él es siempre crecimiento. Es el camino de la santidad.

- Así se da una relación muy íntima entre evangelización, promoción humana y cultura, fundada en la comunicación, lo que impone a la Iglesia tareas y desafíos concretos en el campo de la comunicación social. Lo dijo el Papa en el discurso inaugural de esta Conferencia: «Intensificar la presencia de la Iglesia en el mundo de la Comunicación ha de ser ciertamente una de vuestras prioridades» (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 23).

- Sabemos que nos encontramos en la nueva cultura de la imagen, y que el Mensaje evangélico debe inculturarse en esta cultura y llegar así a hacerla expresiva de Cristo, la máxima comunicación. Comprendemos la importancia de los innumerables medios electrónicos que ahora están a nuestro alcance para anunciar el Evangelio. Le damos gracias a Dios por este nuevo don que nos ha dado en la cultura actual. (SD 279)

Desafíos pastorales

- El desarrollo tecnológico en materia de comunicaciones, especialmente en la televisión, ofrece a la evangelización amplias perspectivas de comunicación a los más diversos niveles y facilita a la sociedad en general una interrelación también planetaria. Éste es un hecho positivo, pero también en el contexto actual presenta retos muy serios por la orientación secularista de muchas programaciones.

Nos damos cuenta del desarrollo de la industria de la comunicación en América Latina y el Caribe, que muestra el crecimiento de grupos económicos y políticos que concentran cada vez más en pocas manos y con enorme poder la propiedad de los diversos medios y llegan a manipular la comunicación, imponiendo una cultura que estimula el hedonismo y consumismo y atropella nuestras culturas con sus valores e identidades.

- Vemos cómo la publicidad introduce a menudo falsas expectativas y crea necesidades ficticias; vemos también cómo especialmente en la programación televisiva abundan la violencia y la pornografía, que penetran agresivamente en el seno de las familias. También constatamos que las sectas hacen uso cada vez más intensivo y extendido de los medios de comunicación.

- Por otra parte, la presencia de la Iglesia en el sistema de medios es todavía insuficiente y se carece de suficientes agentes con la preparación debida para enfrentar el desafío; además de que falta por parte de los diversos episcopados una adecuada planificación de la pastoral de las comunicaciones.

La telemática y la informática son nuevos desafíos para la integración de la Iglesia en ese mundo. (SD 280)

Líneas pastorales

- Apoyar e impulsar los esfuerzos de cuantos con el uso de los medios defienden la identidad cultural, asumiendo el desafío del encuentro con realidades nuevas y distintas y procurando se dé lugar a un diálogo auténtico. Articular la comunicación masiva con la comunitaria y grupal. Hacer el esfuerzo para tener medios propios y en lo posible una productora de video al servicio de América Latina y el Caribe. (SD 281)

- Ayudar a discernir y orientar las políticas y estrategias de la comunicación, que deben encaminarse a crear condiciones para el encuentro entre las personas, para la vigencia de una auténtica y responsable libertad de expresión, para fomentar los valores culturales propios y para buscar la integración latinoamericana. (SD 282)

- Dar a los profesionales católicos de la comunicación el apoyo suficiente para cumplir su misión. Procurar una creciente relación de comunión eclesial con las organizaciones internacionales (OCIC-AL, UNDA-AL, UCLAP) «cuyos miembros pueden ser colaboradores valiosos y competentes de las Conferencias Episcopales y de los diferentes obispos» (Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Instrucción pastoral «Aetatis novae», 17). Las Comisiones Episcopales de Comunicación de cada país y el propio DECOS -CELAM y el SERTAL han de aumentar y mejorar su presencia en este campo. (SD 283)

- Se debe poner todo empeño en la formación técnica, doctrinal y moral de todos los agentes de pastoral que trabajan en y con los medios de comunicación social. Al mismo tiempo es necesario un Plan de educación orientado tanto a la percepción crítica, especialmente en los hogares, como a la capacidad de utilizar activa y creativamente los medios y su lenguaje, utilizando los símbolos culturales de nuestro pueblo. (SD 284)

- Es necesario alentar a las Universidades Católicas para que ofrezcan formación del mejor nivel humano, académico y profesional en comunicación social. En los seminarios y casas de formación religiosa se enseñarán los lenguajes y técnicas correspondientes de comunicación, que garanticen una preparación sistemática suficiente.

Es hoy imprescindible usar la informática para optimizar nuestros recursos evangelizadores. Se debe avanzar en la instalación de la red informática de la Iglesia en las diferentes Conferencias Episcopales. (SD 285)

- Que las editoriales católicas actúen en forma coordinada dentro de la pastoral orgánica. (SD 286)

Fuente: IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Nueva Evangelización. Promoción Humana. Cultura Cristiana, Conclusiones, CELAM, Bogotá 1992. De ahora en adelante para facilitar la lectura se citará este documento como SD, añadiendo inmediatamente el numeral del cual se trata. Cuando el numeral del que se trata tiene varios párrafos separados por punto y aparte, se numeran por letras en minúsculas, por ejemplo: SD 228c, se refiere al tercer párrafo del respectivo número.

 

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