1.2.1 Carta Encíclica Rerum Ecclesiae (28-II-1926) n. 10

10. Importancia y urgencia del clero nativo

66. Ante todo y sobre todo, queremos recordéis la capitalísima importancia que tiene el que os hagáis con un buen clero nativo.

67. Un descuido en este punto os argüirá no tanto de dejar incompleto vuestro ministerio cuanto de defraudar a la constitución y organización misma de la Iglesia, poniendo rémoras y retardando su acción.

68. Sabemos, y lo confesamos de grado, que en algunas partes se ha empezado ya a proveer esta necesidad con la fundación de seminarios, en los que jóvenes nativos de buen porvenir adquieren una culta formación, merced a la cual podrán no sólo llegar al sacerdocio, sino aun ser idóneos maestros de la fe para sus paisanos; pero ¡cuán distantes estamos de lo que en esto exigen las circunstancias!

71. Allí hicimos notar que, según se colige claramente de los primeros documentos de la antigüedad cristiana, los apóstoles proveían del clero a las comunidades de fieles, no trayéndolo de fuera, sino eligiéndolo y constituyéndolo de entre los nuevos convertidos.

74. Y ¿cómo se logrará esto entro los gentiles de hoy si no es aprovechando los mismos elementos que se utilizaron entre nosotros, los gentiles de ayer, esto es, haciendo que cada país cuente con su propio clero y grey cristiana y con sus propios religiosos, así hombres como mujeres?

75. ¿Con qué derecho se le ha de impedir al clero nativo que trabaje en su propio campo, es decir, que gobierne su propia y nativa Iglesia?

91. Los alumnos que salgan de vuestros seminarios, provistos de toda esta abundancia de virtudes y habilidad para los ministerios apostólicos, y pericia en divinas y humanas letras, serán sin duda honrados y estimados de los hombres letrados e influyentes de su nación; y podrán en su día, cuando pluguiere al Señor, quedar al frente de sus parroquias y diócesis, sin temor a inconvenientes de ningún género.

97. Por tanto, no ha de haber más distinción alguna entre misioneros europeos e indígenas ni motivo alguno de separación, sino que a todos ha de unir igualmente la mutua reverencia y el mismo vínculo de la caridad.

Fuente: AAS 18 (1926) 65-83. La versión castellana se ha tomado de Guerrero, Fernando (dir.), El Magisterio Pontificio Contemporáneo. Colección de Encíclicas y Documentos desde León XII a Juan Pablo II, o. c., págs. 28-33.

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